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M.N. Ballena Franca Austral

Debido a su natación lenta y a la característica de flotar al morir, la ballena franca austral se cuenta entre los cetáceos que sufrieron la mayor presión de explotación comercial que tuvo lugar entre los siglos XVII y principios del XX.

En 1935, con la firma de la Convención Internacional para la Regulación de las Ballenas, se les dio protección total. Desde entonces, la recuperación de la especie ha sido lenta. Para sumarse a este esfuerzo proteccionista la Argentina declaró, en 1984, Monumento Natural a la Ballena Franca Austral.

Ballena Franca Austral

Se trata de un mamífero marino de unos 12 ó 13 metros de largo y un peso en los adultos de entre 30 y 40 toneladas.

La cabeza ocupa un cuarto de su cuerpo y en ella se destaca una gran boca curva con unas 260 barbas córneas o «ballenas» de unos 2,5 metros, colgadas de la mandíbula superior. Con ellas filtra el agua reteniendo pequeños microorganismos de los cuales se alimenta.
Ballena Franca Austral con sus callosidadesEn la parte superior y en los costados de la cabeza presenta unas callosidades formadas por engrosamientos endurecidos de su piel. Sobre ellas se asientan crustáceos blanquecinos conocidos como «piojos de las ballenas». Dado que estas callosidades tienen formas y tamaños que varían entre un individuo y otro, son utilizadas en estudios de la ballena franca austral para reconocer los distintos ejemplares.

Cada año, durante el invierno y la primavera, arriba a las aguas de los Golfos San José y Nuevo, en la Península de Valdés, la que quizás sea la principal población de la ballena franca buscando aguas reparadas y poco profundas para aparearse y dar a luz.

Avistaje de ballenas en Península de Valdés

En el mes de noviembre, las ballenas abandonan el área de cría para internarse en los océanos australes en busca de krill, su principal alimento.


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