Corría el año 1865 y todavía faltaba mucho para que la Argentina mirara hacia el sur con ansias de una verdadera conquista y colonización, cuando un grupo de galeses se instaló en tierras de la actual provincia de Chubut.
Esta colonización merece un lugar aparte porque fue distinta.
Fueron especiales las motivaciones que guiaron a estos colonos. No eran aventureros en busca de una hipotética Ciudad de los Césares. Ni errantes buscadores de oro, guiados por el brillo de una riqueza fácil. Tampoco eran científicos con ansias de conocimientos y fama. Era un grupo de personas que deseaba salvar un estilo de vida amenazado en su tierra natal y que buscó, conscientemente, un lugar en el mundo donde poder fundar una nueva nación galesa. Pedían tierra y que respetaran su lengua, su religión y sus costumbres. A cambio, izarían la bandera argentina y se someterían a las leyes del nuevo país.
Dice uno de aquellos colonos:
«Recuerdo aquellos tiempos en Gales, jóvenes tiempos en los que día a día sentíamos la opresión de culturas extranjeras que penetraban en nuestros hogares. Nuestro espíritu galés quería independencia. Cantar, congregarnos en la capilla. Fue entonces cuando empezó a rondar la idea de emigrar. Se pensó en una emigración en grupo, organizada, a un país con tierras deshabitadas que posibilitara la llegada de un número importante de colonos, y en el que pudiéramos enterrar nuestras raíces. En fin, poder establecernos como una colonia galesa, como en la Nueva Gales. Entonces era el momento de decidir a donde ir…
La Patagonia se presentaba como el mejor lugar: teníamos buenos comentarios de la zona de un almirante inglés que la había recorrido y el Gobierno Argentino deseaba la inmigración, además reunía las características que harían posibles nuestros ideales. De esta manera empezaron las tratativas entre los delegados que nos representaban y el Gobierno Argentino. 28 de julio de 1865 fue la fecha. Después de dos meses de navegar, el velero Mimosa, ancló en las aguas del Golfo Nuevo. Desembarcaron en ese momento alrededor de 150 personas, la mayoría eran familias y la condición de todos bastante modesta. Tal como estaba previsto dos de los delegados estaban esperando la llegada, sobre la playa habían construido algunas chozas, se veían algunos animales, vacas ovejas que nos habían dado para una subsistencia primaria… Al fin… ¡Aquí estabamos !»
Así es. El 28 de julio de 1865, 153 colonos bajaron del buque Mimosa y se instalaron en la zona de Punta Cuevas, en las cercanías de la actual Puerto Madryn. Cuenta la tradición que allí vivieron un tiempo en precarias cuevas excavadas en la roca de esa pequeña colina. No se sabe si esto fue realmente así. Existen aproximadamente nueve cuevas o refugios construidos artificialmente en esa zona, pero no se conoce exactamente cuándo fueron hechos. Hoy en día pueden visitarse.
Lo que es seguro es que los colonos que desembarcaron allí rápidamente se dieron cuenta de que el lugar tenía una grave deficiencia: carecía de agua dulce y tampoco se la podía encontrar en las cercanías. A los pocos días y cuando la situación ya se hacía preocupante, una tormenta dejó una gran laguna de la que al menos pudieron beber los animales. La decisión ya estaba tomada: emprendieron el camino hacia el valle del Río Chubut. Allí comenzó la fundación de ciudades.
En la actualidad, el día 28 de julio se celebra de una de las mayores festividades de la comunidad galesa: El Día del Desembarco. Ese día, en todas las capillas galesas del Valle del Río Chubut se hacen ceremonias, se sirve un té y se realizan distintos festejos, como recitales de canciones y poesías en lengua galesa.
Los galeses son un pueblo religioso. Ellos mismos lo dicen: «Cuando un inglés llega a un lugar lo primero que construye es un negocio. Cuando un americano llega a un lugar, seguramente establece una escuela. Pero cuando un galés llega a un lugar, lo primero que hará será levantar una capilla«.
Y así es. Las capillas galesas, con sus fachadas sobrias de ladrillos cocidos y sus techos de chapa a dos aguas son el distintivo de todas las ciudades chubutenses que ellos fundaron. En esas capillas se decidían, con la participación de todos, los proyectos y las acciones de la comunidad. Eran no sólo centros religiosos sino también civiles, educativos y hasta judiciales.
Actualmente existe la posibilidad de visitar estas capillas y el viajero puede incluso seguir una ruta que pase por todas ellas, salpicadas a un lado y al otro en las riberas del río Chubut.
La vida no era fácil en la nueva tierra. Hubo que enfrentar muchas adversidades, malas cosechas, inundaciones, falta de una salida al mar para la producción de las colonias. Algunos decidieron emigrar a otras zonas. La población se reducía y fue necesario que otros vinieran. Algunos colonos viajaron a Gales para convencer a sus compatriotas y se produjeron así dos llegadas más de inmigrantes, en los años 1874 y 1876.
Contado por los colonos:
«¡Que años estos! Llenos de ansiedad, de experiencias distintas, inesperadas, que salvábamos con la mayor imaginación y voluntad posible. En agosto de 1874 llegaron más colonos. Habíamos quedado muy pocos, algunos fallecidos, otros que se fueron a otras regiones. Nuestro círculo se hacía cada vez más pequeño, y necesitábamos desarrollar una verdadera sociedad.
Algunos hombres de la colonia viajaron a Gales para convencer y atraer a más gente, tarea difícil ya que sólo se conocían nuestros contratiempos. Luego de varios meses de predicación acerca de la Patagonia, se logró organizar un grupo en este país y otro en Estados Unidos, donde también residían galeses. Partieron con destino a Buenos Aires, donde permanecieron hasta que hubo disponibilidad de embarcación para ser trasladados a Chubut. Así es como
el contingente de 1874 arribó a la zona. Se les entregaron las chacras y pronto se pusieron a trabajar. Ese año la cosecha fue muy buena, y esto alentó aun más el entusiasmo inicial.»
Para solucionar el problema del riego, construyeron canales: es el origen de una de las primeras redes de riego artificial del país. Así la zona comenzó a producir trigo en mayor escala y la prosperidad tan ansiada comenzó a llegar a las colonias. A eso le siguió la construcción de una línea férrea entre Trelew y Puerto Madryn para brindar salida a la producción. Los buenos años habían llegado…
Otro problema que tuvieron que afrontar en sus inicios fueron los indios. Las colonias galesas son una de las dos únicas fundaciones (la otra es Patagones-Viedma) realizadas antes de la Conquista del Desierto, por lo que tuvieron que convivir y establecer un sistema de relaciones propio con los indios.
Las diversas tribus que los rodeaban no los atacaron. El trato humano que los colonos les brindaban a los indios difería mucho de la conducta de los militares argentinos de la Campaña del Desierto, la que, según el capitán del buque Flora, mostraba «la innata crueldad de la raza iberoamericana».
Los indios habían entrado en contacto con los colonos en diciembre de 1865, poco después del desembarco. En una carta que el cacique Antonio, de los pampas, le envió a Jones, le explicaba cuáles eran las distintas comunidades que los rodeaban («chilenos», que seguramente eran los mapuches, «pampas», que se vestían con mantas de guanaco, y «tehuelches», los más altos y que hablaban una lengua distinta de los otros) y le decía que querían comerciar con ellos. Este comercio fue bastante importante. Los indígenas proveyeron a los colonos de pieles de zorro, plumas de avestruz y mantas de guanaco.
Nos sigue contando nuestro colono:
«Otra de las situaciones imprevistas que tuvimos que afrontar, fue el encuentro con los indios. Mucha era la desconfianza y el miedo hasta que todos comprendimos que podíamos vivir armónicamente. Con ellos realizamos el único y precario comercio: intercambiábamos pan y manteca por carne o elementos que nos sirvieran para hacer vestimentas»
Los colonos galeses optaron por la Patagonia. Se establecieron, contribuyeron a su progreso y llegaron a sentirse profundamente argentinos, sin perder sus particularidades de pueblo celta. Y tuvieron ocasión de probarlo, en 1902, cuando se planteó una disputa de límites con Chile en el territorio del «Valle 16 de Octubre», en la zona cordillerana. Los galeses fueron consultados sobre si tenían preferencia por alguno de los dos países.
Su respuesta fue: «Hemos vivido bajo la soberanía y protección del pabellón argentino. No hay preferencias sino cariño de hijos, lealtad a la patria de adopción para unos, nativa para otros.»