Entrar a la Península de Valdés es una experiencia única para los sentidos. Una estrecha lengua de tierra, mar azul profundo a los dos lados, pájaros marinos alrededor y una solitaria capilla blanca, junto a la playa, como una aparición del fondo de la historia. No pase de largo esta visita.
El Centro de Interpretación Florentino Ameghino y el Museo Regional Fuerte San José, apenas se ingresa a la Reserva Faunística Península de Valdés, constituyen un muy justificado alto en el camino.
El Fuerte San José de la Candelaria, Monumento Histórico Nacional, fue un bastión de la soberanía nacional y una de las primeras fundaciones de la Patagonia. En el año 1779, Juan de la Piedra estableció este fuerte como una avanzada en su expedición por las costas patagónicas.
En el Museo del Fuerte se conservan fotos de la Península en momentos claves de su historia: la matanza de elefantes marinos que tuvo lugar en Punta Delgada, alrededor de 1800, el recuerdo de los primeros pobladores blancos y su larga coexistencia con los aborígenes, hasta el fatídico 7 de agosto de 1810, en que los indios se sublevaron y atacaron el fuerte hasta destruirlo por completo, imágenes de cómo fue creciendo Puerto Pirámides y también un sector dedicado a la flora y la fauna del lugar.
Es extraño ver esta construcción blanca, solitaria, entre dos océanos (porque así se ven los dos golfos desde esta perspectiva). Podemos dejar volar nuestra mente e imaginarnos cómo habrán sido aquellos días en que Juan de la Piedra y un puñado de hombres decidieron desembarcar en estas costas. El mismo viento, el mismo sol en el cielo límpido, el mismo canto de las aves. Se siente uno pisando “la Tierra, como solía ser” realmente. También es posible imaginar la enorme voluntad, la férrea pasión de aquellos navegantes, y cómo el tiempo, en su devenir, fue forjando este presente lleno de empuje y progreso.
Desde un balcón, en el Centro de Interpretación, se puede observar la Isla de los Pájaros, sobre el Golfo de San José, a unos 800 metros de la costa. Tiene 170 metros de largo por 75 de ancho. La amplitud de las mareas en esta zona de la costa hace que dos veces al día la isla sea accesible caminando, aunque este acceso está prohibido al público, para proteger el hábitat de las especies que viven allí. La cantidad de aves que se pueden observar varía de acuerdo con las temporadas. En invierno sólo se ven bandadas de flamencos, durante la primavera y verano hay gaviotas cocineras, biguás y gaviotines. Desde la costa se ha instalado un refugio con un gran ventanal, dos telescopios y un binocular para observar con detalle la vida de las aves, sin alterar su medio ambiente.