En abril de 1904 se encendió la luz de este guía negro y blanco de 26 metros de altura, ubicado a las puertas del Estrecho de Magallanes, sobre el borde de un promontorio barrido por vientos de más de 100 km. por hora.
En el lugar viven los encargados de su cuidado, se turnan para realizar las distintas tareas que varían de acuerdo con las estaciones y las horas de luz: en invierno hay que encenderlo a las 5 de la tarde y no se apaga hasta las 10 de la mañana, cuando aclara. Además su función incluye el cuidado del edificio y las lecturas meteorológicas, que luego informan al organismo oficial.
Desde hace un año funciona allí una oficina de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral dedicada a estudiar la historia del lugar y servir de base a las misiones científicas, la mayoría extranjeras, que llegan al lugar.
Otro panorama era el que conocieron los primeros navegantes que llegaron hasta este confín del mundo.
El Cabo Vírgenes fue descubierto por Hernando de Magallanes el 21 de octubre de 1520. Era el “Día de las Once Mil Vírgenes” y por eso le pusieron el nombre. Fue también en este promontorio, o muy cerca de allí, donde se asentó la primera fundación en territorio patagónico: la Antigua Ciudad del Nombre de Jesús. No duró mucho.
La tragedia signó su destino: los hombres que quedaron allí murieron de hambre y enfermedades, por la imposibilidad de conseguir alimento. Muy cerca de allí, otro asentamiento da cuenta en su mismo nombre de la situación extrema a la que se veían expuestos los primeros habitantes de esta zona: Puerto Hambre.
Tuvieron que pasar varios siglos para que este extremo del mundo fuera conocido por características más alentadoras, pero no por ello apacibles: a fines del siglo XIX se descubrió que las arenas de sus costas estaban llenas de oro… Y la Fiebre del Oro llegó, y con ella cientos de aventureros, improvisados empresarios, corsarios, en fin, toda una marea humana que pobló rápida pero efímeramente el lugar.
Así llegó el inicio del siglo XX, el momento del nacimiento del centenario faro, que hoy de un modo inimaginado por sus fundadores, festeja su cumpleaños con, entre otras cosas, la inauguración de una cabina telefónica que le permite comunicarse con todo el mundo, un mundo donde hasta los confines se han vuelto cercanos.
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