La Tierra del Fuego es una apasionante novela histórica de Sylvia Iparraguirre que cuenta el viaje del Capitán Fitz Roy a Tierra del Fuego y su encuentro con Jemmy Button, el nativo yámana que se volvería famoso en Londres luego de que el navegante decidiera llevárselo de regreso a su país para inculcarle los valores y costumbres de la “civilización”. El choque entre las dos culturas es narrado por Jack Guevara, un personaje ficticio que introduce Iparraguirre en la historia.
La historia comienza desde el final. Es el año 1865. Jack Guevara, hijo de un inglés y una criolla, recibe una carta de la Real Armada Británica en la que se le solicita, por haber participado de aquel viaje como marinero, y habiendo trabado amistad con Jemmy Button, que realice un relato exhaustivo de los acontecimientos y las experiencias compartidas. El motivo de la carta es obtener información sobre Jemmy por parte de un testigo directo, ya que el fueguino había sido juzgado por haber liderado una matanza de misioneros, y la intención es indagar más en el asunto. El resto de la historia, que incluye la presencia del naturalista Charles Darwin, es contada en la carta de respuesta de Jack a la Real Armada, y culmina en el juicio en Puerto Stanley (Islas Malvinas).
La Tierra del Fuego, publicada en 1998, recibió innumerables elogios de la crítica y fue un éxito de ventas. Fue traducida al alemán y al italiano, y durante 1999 obtuvo el Premio de la Crítica a la mejor novela, el Premio Club de los XIII y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (México).
A continuación, le traemos algunos fragmentos de la novela, muy recomendada por el equipo de Patagonia-argentina.com. Si le gustaron, le sugerimos conseguir el libro y -por qué no- animarse a conocer por usted mismo la tierra de Jemmy Button.
Acerca de la primera visión que tenía Jack de la cultura de Jemmy:
“Al abismo casi zoológico que experimenté al verlo por primera vez, siguió una lenta comprensión de su mundo que sólo la madurez pudo completar, cuando ya Button permanecía lejos, en el último rincón de la Tierra. Hubo noches de los trópicos, de espaldas en cubierta, mecidos por el mar en calma, los ojos en las nubes veloces que dejaban entrever estrellas como puños, en que fuimos dos hombres jóvenes, creía yo embriagados por la misma exaltación de perfecto acuerdo con el mundo. No alcanzaba a darme cuenta entonces de que Button pasaba penurias; es posible que yo viera sólo lo pintoresco, lo curioso del salvaje embarcado; es posible también , es casi seguro, que todavía me sintiera un poco inglés y superior a él y, en consecuencia, creyera que mis sentimientos eran los suyos, cómo si él no tuviera derecho a tener los propios. Él hacía el esfuerzo de la lengua, el inglés, la única lengua en que, paradójicamente, pudimos comunicarnos”.
De la llegada de Jack y Jemmy a Londres:
“La Marea nos depositó como una bandeja sopbre el lomo del río. La expectativa por ver londres creció de hora en hora a medida que remontábamos la corriente del Támesis y nos acercábamos a esa ciudad de la que los marineros abordo hablaban incansablemente y que, de alguna manera, yo llevaba en mi sangre.
El puerto era un pandemónium. Si Montevideo me había parecido tumultuosa, esto era como Babel. Barcos de banderas desconocidas, enormes depósitos donde los despachantes hablaban a los gritos, truques, cargamentos, gente de todos los países y de todas las razas: negros, hindúes, chinos. Estábamos al fin, en el corazón del imperio marítimo más grande del mundo. Yo no alcanzaba a retener las escenas que giraban a mi alrededor. Button había gastado hacía tiempo su capacidad de asombro. O tal vez esa capacidad era menor o de un orden distinto que la mía. Mostraba, como sus compañeros, una curiosidad resignada que se extinguía enseguida. Venía de un país donde las olas eran más altas que esos edificios, donde las mañanas y las noches duran meses y los cetáceos tienen el tamaño de goletas. Aquel caos de personas, de barcos y de construcciones le era indiferente o por completo inabarcable. Aun que a bordo muchos esperaban con curiosidad la reacción de Button, lo cierto es que no se repitió aquella escena cuando el Capitán le regaló el par de guantes que lo habían puesto al borde del delirio”.
Del valor de la riqueza para Jemmy:
“Caminábamos por las atestadas calles cercanas al puerto. El Capitán le había regalado unas cuantas monedas que colocó en su bolsillo. Eran a título de prueba, para ver si se le ocurría comprar algo. Button las sacó del bolsillo y se entretenía en lustrarlas contra su chaqueta y en arrojarlas al aire y volverlas a atrapar, como había visto que hacía yo. Una se le escapó y salió rodando por los adoquines; en el acto, una turba de chicos harapientos se levantó de los portales y se arrojó sobre la moneda. Esto lo dejó atónito y maravillado. Entre gritos, las caras flacas y sucias se volvieron hacia nosotros esperando más. Con auténtico regocijo, él arrojó una segunda moneda al aire, lo que produjo un escándalo. Button se reía junto a aquellas criaturas que ahora lo rodeaban y le tironeaban la ropa. Cuando vi que su intención era tirar a la calle todo lo que tenía, le sujeté el brazo, pero él se soltó sin violencia.
-Muy divertido, Jack -decía riéndose- ¡Muy divertido!
Así perdió Button el único dinero que poseyó nunca, pero ganó una experiencia extraordinaria: alcanzó a concebir la idea abstracta del poder que otorga la riqueza. De allí en adelante, para lo único que pedía monedas era para tirarlas a la calle. Para un yámana, la idea de comprar un objeto o alimento era inconcebible; en el Cabo de Hornos cada uno obtiene lo que necesita y lo demás es de todos, pero esto, como muchas otras cosas, nadie se había preocupado por averiguarlo”.
Acerca de la reflexión de Jack respecto a la causa de la masacre (al presenciar el juicio contra Button en Puerto Stanley):
“Todo estaba dicho. Lodgen anunció que el Tribunal se retiraba a deliberar.
Yo miraba a Button y mi mente disparaba preguntas como zarpazos. ¿Qué era toda esa farsa? ¿O esos respetables hombres y mujeres ignoraban hasta qué límites habían sido llevados los yámanas? ¿No sabían que lo foqueros y balleneros mataban a palos manadas enteras de focas y lobos marinos, de zorros y guanacos, llevándose la comida, matando por matar?
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