En el desierto Antártico, la flora y la fauna no son una excepción a esta conjunción entre opuestos. El frío, los vientos, y la sequedad extrema dificultan notablemente el desarrollo de cualquier tipo de vida. Gran parte de las tierras están cubiertas por hielos permanentes y aquellas zonas que no se encuentran cubiertas son rocosas, obstaculizando el crecimiento de cualquier tipo de flora. La mayoría de la vegetación se encuentra en las zonas costeras y está formada mayormente por líquenes, musgos, algas y fitoplancton cuyo crecimiento es muy lento.
Con respecto a la fauna, no se encuentran demasiados ejemplares en el continente mismo sino que la mayoría se encuentran en las aguas próximas a sus tierras. Es así como el ambiente marino presenta condiciones óptimas para albergar vida dada la alta oxigenación del agua, los largos períodos de luz y la abundancia de sales. La mayoría de la fauna aquí, posee un mecanismo corporal de autorregulación de la temperatura para adaptarse al ambiente.
Entre las aves se encuentran diversos albatros, cormoranes, petreles, palomas antárticas y una importante variedad de pingüinos de entre los cuales se destacan el Emperador, el pingüino de Pico Rojo, Adelia y Papúa.
Hay también gran cantidad de mamíferos como elefantes marinos, leopardos de mar, focas, la ballena azul y la franca austral, orcas y lobos marinos.