Es posible que la vida de Buenos Aires pueda contarse a través de la historia de sus bares.
Allí sobrevive lo más genuino de la “porteñidad”. Cada uno con su perfil, con su carga de recuerdos a cuestas. Llevan implícito un pasado engendrador de rebeldías políticas, de lucidez intelectual, de insomnio tanguero, de sucesos, comuniones y desencuentros de todos los porteños.
Fueron los cafés donde paraban los habitués del barrio, los del billar, las cartas y los dados, los del centro, los que amanecían cantando, los de aquellas minas, los del tango. Por allí pasaron las más grandes celebridades del país: políticos, artistas, intelectuales, deportistas. En cada uno de ellos se relatan pequeñas proezas personales, hechos históricos, complicidades y encuentros inolvidables.
Hoy mantienen los rituales: aún el billar reúne a sus fieles, el café sigue iniciando una ceremonia compartida, y algunas guitarras amanecen cantando entre sus paredes envejecidas.
Hay unos pocos que resisten día a día los embates de la modernidad conservando sus costumbres entre los signos del pasado.
Son “Los Bares Notables” que por su relevancia histórica y cultural, su arquitectura y su antigüedad han sido reconocidos por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como parte del Patrimonio Cultural.
Cada cual con sus características: billares, confiterías, pequeños barcitos con sus largas barras que aún conservan sus tacitas blancas, sus viejas azucareras transparentes y esas antiguas campanas de vidrio para mantener los sandwiches; y también unos pocos cafés sofisticados que guardan los signos de un pasado de esplendor entre los vitraux, los mármoles, las maderas de origen, sus reliquias y sus objetos de la belle époque.
En cada uno de ellos se cuentan historias de verdades y mitos y se tejen misterios por venir… Entre la charla de fútbol, de minas y de tango, del barrio de ayer y de hoy, entre Borges y Gardel, una mesa vacía que espera por usted.