Los pingüinos de Magallanes, que llegan en primavera a las costas patagónicas, son aves marinas migratorias
Durante los meses fríos del invierno viajan más de 3000 km. hasta las costas de Brasil, en busca de aguas más cálidas.
Construyen sus nidos en las zonas más cercanas a la costa y bajo los arbustos porque allí el terreno es más fácil de trabajar. Muchas veces, la misma familia vuelve al mismo nido dejado el año anterior. ¡Los pingüinos son fieles y monógamos!
Hembras y machos comparten todas las tareas: construyen el nido entre ambos, lo defienden, incuban los huevos un tiempo cada uno y alimentan a los pichones turnándose.
La etapa del cortejo y la incubación es agotadora para los pingüinos: se quedan en tierra, no se alimentan y sólo van al mar para beber. Cada hembra pone, por lo general, dos huevos, que son incubados durante 40 días, a partir de principios de octubre.
Los pichones nacen durante noviembre, cubiertos por una capa de plumas muy suave, de color gris, que cambian luego en febrero. Adquieren su plumaje definitivo recién un año después.
En la Colonia de Pingüinos magallánicos de Punta Tombo se juntan más de un millón de ejemplares año tras año.
Se alimentan de peces pequeños y calamares. Su hábitat por excelencia es el agua. En ella son ágiles nadadores, capaces de recorrer entre 7 y 8 kilómetros por hora. Usan sus aletas para impulsarse y sus patas como timón.
Los machos son más grandes que las hembras, pesan alrededor de 5 kilos. ¡Y son muy coquetos! Pasan mucho tiempo arreglándose las plumas para mantener su impermeabilidad.
Los pingüinos tienen entre sus enemigos naturales a los petreles y las orcas. Pero sin dudas, su mayor predador es el hombre, con las redes de pesca, los derrames de combustible de los barcos y el petróleo. El empetrolamiento provoca que las plumas ya no sean aislantes, con lo que el animal no puede nadar más en aguas frías, se echa en la playa y muere por falta de alimento e intoxicación.