Una fundación argentina estudia la relación entre la meseta rocosa conocida como el Fuerte y las supuestas andanzas de los templarios por el continente americano con la misión secreta de proteger el Santo Grial. Una historia para creer o reventar.
A los 41º de latitud sur y 65º de longitud oeste, en la austral Provincia de Río Negro, dentro del Golfo San Matías, a unos 15 km. de San Antonio Oeste y en las cercanías de la ciudad balnearia de Las Grutas se encuentra lo que se conoce hoy como el Fuerte Argentino. “Hoy” porque ayer algunos lo llamaron el Fuerte Abandonado. Es que quizás ayer fue una de las Ciudades de los Césares construida por los templarios para salvaguardar su tesoro más preciado…
El Fuerte es una formación rocosa de características bastante particulares. Es una gran meseta que se erige en las costas y alcanza los 153 metros sobre el nivel del mar. Observado desde lejos el Fuerte se parece demasiado a una isla.
Y tranquilamente pudo haberla sido hace unos mil años. Se calcula que para ese entonces el mar habría estado unos 20 metros más alto y que el Río Negro habría tenido una segunda desembocadura justo al sur del Fuerte.
Es la Fundación Delphos, un equipo multidisciplinario dedicado a estos estudios, quien lo expone junto a mapas y documentos antiguos que lo testifican.
Pero esto es sólo un complemento de la hipótesis central de la Fundación. Ese lugar de apariencia desolada esconde un secreto magistral: es una ciudad de la Orden del Temple abandonada que en sus tiempos de gloria albergó uno de los mayores misterios del cristianismo… el Santo Grial.
Los investigadores de Delphos cuentan que según muchos historiadores la Orden del temple realizaba viajes frecuentes a América en tiempos precolombinos; por lo cual no debería parecer extraña la idea de que estableciesen “ciudades de los césares” en el continente.
La Fundación dice que se establecieron tres ciudades en la actual región patagónica: una sobre el Pacifico cerca de la ciudad de Osorno; otra en los antefuertes de los Andes; y la tercera sobre el atlántico dentro del Golfo San Matías donde se halla el Fuerte, supuesto enclave sobre el cual se extienden sus investigaciones.
El material cartográfico es uno de los mayores sustentos de su hipótesis. En un Atlas editado en 1865 de Juan Antonio Víctor Martín de Moussy, un cartógrafo contratado por el gobierno de Urquiza, se hace referencia al Fuerte como «Ancien Fort abandonné». En otros seis mapas de la época se marca este sitio como un fuerte.
La Fundación Delphos decidió realizar numerosas expediciones a la zona del Fuerte. Desde diciembre de 1997 hasta noviembre del 2006 llevó a cabo más de 8 expediciones en las cuales pudo conseguir testimonios orales y algunos descubrimientos materiales.
En uno de los mapas que parecen confirmar el pasado insular del Fuerte, dibujado por el español Cruz Cano, se hace referencia además a hombres blancos («I. de Hombres blancos según los naturales del País, conforme a los mapas de los viajes de Quiroga»). En base a este dato la Fundación entrevistó a pobladores actuales que rememoraron un antiguo acuerdo secreto llevado a cabo entre sus ancestros y unos hombres blancos que hablaban una lengua extraña.
En cuanto a los hallazgos materiales los investigadores de la Fundación encontraron en abril de 1998 un bloque de granito oscuro o piedra basáltica que en una de sus caras tiene grabado en bajorrelieve una cruz de brazos iguales a la que denominaron “piedra templaria”.
También descubrieron varias “tejuelas” o mosaicos de forma triangular con una cara alisada y la otra estriada que según los investigadores fueron parte del revestimiento de las construcciones que había en el fuerte.
Otros elementos encontrados que suscitan un particular interés fueron algunos hallazgos litográficos, como una moneda con una cruz, un círculo y una especie de media luna.
Con estos datos puede llegarse a la hipótesis de que el nombre del Fuerte no es azaroso, pero todavía es difícil vislumbrar la presencia del Santo Grial en aquel lugar remoto de la Patagonia.
La Fundación Delphos parece llegar a esta conclusión luego de la lectura de varios libros y manuscritos antiguos en los cuales se relatan situaciones o se hacen descripciones que pueden encajar con su hipótesis. Pero no hay nada fehaciente que pueda llegar a manifestarnos este “secreto” como algo real.
Parece ser que una vez más todo se resume en la decisión personal de creer o no creer, en aferrarnos a alguna fe como escudo o en entrecerrar los ojos para cegarse con los fuertes rayos de sol que caen en picada sobre el horizonte del Fuerte y dejarse llevar.
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