Siempre hay un pretexto para sumergirse en la tradición de las colonias galesas en el sur argentino, y el hallazgo de los restos de un barco de 1850 es una razón más que suficiente para dedicarles unos minutos. No se van a arrepentir.
El hecho de que hace unos meses se hayan hallado restos de un barco galés en las costas de Puerto Madryn es sólo una excusa que nos dan estas eventualidades para abordar el pasado y presente de las colonias galesas en la Patagonia.
Que Fernando Coronato, integrante de la Asociación Punta Cuevas haya encontrado una tabla mientras caminaba por la playa y eso actúe como puntapié inicial para dicha investigación, es simplemente una contingencia que nos lleva a rememorar la fabulosa historia de aquellos viajeros que se embarcaron en la aventura de instalarse en las tierras desérticas del sur allá por 1865.
El punto es que el pasado febrero quedaron al descubierto los restos de una embarcación lobera que naufragó por un incendio en 1850, antes de la llegada de los colonos galeses a estas costas.
«Estimamos que se trata del barco hundido que los galeses mencionan en las crónicas donde relatan su llegada a la zona. Allí cuentan que utilizaron las maderas de un barco hundido para armar sus primeros refugios, y eso es muy posible, porque el barco está visiblemente hachado», explicó Fernando Coronato, que además es miembro del Centro Nacional Patagónico, en un reportaje del diario La Nación.
Más aún, según los análisis hechos, se concluyó que una parte de la madera empleada en la construcción de la embarcación es pino nativo del este de los Estados Unidos.
A primera vista, resulta curioso que el barco galés encontrado sea de origen estadounidense, pero a decir verdad, el primer contingente de galeses se dirigió hacia Norteamérica. Allí surgió un inconveniente: hacia 1840 el Reverendo Michael D. Jones notó la asimilación e influencia de aquella sociedad en la lengua, religión y costumbres de los emigrantes galeses. Justamente, ésa era la razón por la que había surgido la idea de«una nueva Gales mas allá de Gales»: La intención era establecer colonias en otras partes del mundo, más bien apartadas, de modo que la falta de contacto con otras culturas favoreciera la preservación de la propia.
Luego de los intentos fallidos en Río Grande do Sul, Brasil y Tennessee, EE.UU., finalmente se eligió a la Patagonia debido a su aislamiento y a la oferta del gobierno argentino de donar 25 acres de tierra por familia en la ribera del Río Chubut a cambio de colonizar la región que permanecía virgen.
Resulta curioso que lo que para muchos inmigrantes era una desventaja, para esta colonia galesa resultara atractivo. Claro que fueron los primeros aventurados quienes debieron sufrir esa incomunicación con malas cosechas, inundaciones, falta de una salida al mar para la producción de las colonias y reducción de la población por emigración.
Si bien el núcleo principal permaneció unido, la vida era dura, se desconocía cuál era el potencial de las tierras y no había un plan del gobierno argentino más allá de una serie de subsidios. La colonia se reducía y algunos debieron viajar para convencer a otros galeses de las virtudes de la Patagonia. Así se produjeron dos nuevas oleadas decisivas, que con su iniciativa y conocimientos de agricultura lograron que la colonia se pudiera establecer de una vez y para siempre.
Hoy, estas comunidades profundamente arraigadas a su cultura ancestral y también intensamente respetuosas e integradas a nuestro país, son un monumento a la valentía, la perseverancia y los sueños cumplidos.
Esta vez, una tabla de madera en la playa y un increíble hallazgo nos sirvió de pretexto. Como botella al mar que guarda un mensaje en su interior, esta lobera nos trajo, escondida en sus maderos, la historia de los intrépidos galeses de la Patagonia.