La historia de Butch Cassidy y de Sundance Kid en la Patagonia bien pudo haber sido sacada de una producción western de Hollywood de los ’50. No lo fue, pero sí se han hablado toneladas de las andanzas de estos dos legendarios forajidos en los desiertos sin ley del oeste norteamericano, hasta que debieron huir hacia nuevos pagos. En el sur argentino encontraron un hábitat ideal para repetir las epopeyas del far west. Grandes extensiones de nobody´s land, tierras de pioneros, suelos aptos para la ganadería, escasa vigilancia policial, amenaza de “salvajes“ nativos, vientos rigurosos, polvo en el aire…
…Pero más atrás y más arriba hay que situar la historia. Los norteamericanos Robert LeRoy Parker y Harry Alonzo Longabaugh se conocieron en 1897. Eran conocidos como Butch Cassidy y Sundance Kid, y formaban parte de la temible banda de asaltantes de bancos y trenes Wild Bunch. Acosados por los sabuesos de la agencia de detectives Pinkerton que no les perdía pisada, y también por la enorme cantidad de afiches que ofrecían jugosas recompensas al que los entregase a la justicia estadounidense “vivos o muertos”, los bandoleros debieron hacerse una vía de escape. Huyeron hacia el este y en Nueva York, junto a Ethel Place (Etta), la novia de Sundance, se embarcaron en el buque Herminius, destino Sudamérica. Meses después llegaron a Buenos Aires, donde pararon en un hotel por un tiempo hasta que marcharon a la Patagonia. Corría el año 1902.
En Buenos Aires habrían sido ayudados por Ralph y George Newbery, vicecónsules honorarios de Estados Unidos. Ellos alentaban el asentamiento de una colonia de habla inglesa en la Patagonia. Butch, Sundance y Etta se afincaron en un rancho en Cholila, provincia de Chubut. Se organizaron de la mano de Butch, el más diestro para las faenas de campo y manejo de caballos. Hacia 1905 llegaron a tener 900 vacas, 1500 ovejas y 40 caballos. La propiedad de 6.000 hectáreas incluía una gran caballeriza y cuatro establos.
Los delincuentes debieron adoptar identidades falsas para evitar inconvenientes con la justicia. Así, Butch Cassidy se hizo pasar por Santiago Ryan mientras que Sundance Kid era conocido en el pueblo como Harry Place, hermano ficticio de Etta.
Al poco tiempo de instalados, los prófugos norteamericanos se invistieron de gran prestigio y respeto entre los ganaderos vecinos, debido a la velocidad con que avanzaba su actividad económica, las buenas relaciones salariales que entablaban con sus trabajadores y su compromiso con la vida social del pueblo. Incluso Etta se convirtió en una figura distinguida y respetada por su autoridad al hablar, montar y disparar. Siempre con la pistola en el cinto, siempre dispuesta a enfrentar con firmeza a los ladrones que revoloteaban por la zona.
Mientras los forasteros se adaptaban a su nueva vida en la Patagonia, la agencia Pinkerton les pisaba los talones. Una foto del Wild Bunch había llegado a sus manos en Buenos Aires, lo cual facilitó la investigación. Al enterarse del presunto paradero de los bandidos, envió al agente Frank Dimaio para que los arrestase, pero las pesadas lluvias impidieron el traslado por los precarios caminos que en esa época comunicaban las distintas regiones con la capital.
El 14 de febrero de 1905 se sucede un atraco por el valor de 100.000 dólares al banco de Londres y Tarapacá, en Río Gallegos (Santa Cruz). Pese a que no fueron identificados durante el robo (y los relatos de los historiadores que se dedicaron a reconstruir la historia discrepan en este punto), las versiones apuntaban cada vez con mayor fuerza contra Cassidy y Kid.
El gobernador de Chubut Jorge Lezana dio la orden de arresto, pero antes de que pudiera ser ejecutada, el sheriff Edward Humphreys, un argentino-galés amigo de los norteamericanos les advirtió del pedido de captura. De tal suerte, los prófugos apuraron la partida. Vendieron la propiedad en Cholila a la compañía Cochamó de Chile y cruzaron los Andes en busca de un refugio más seguro.
En algún momento de la larga fuga, Etta abandonó a los dos hombres y retornó a San Francisco. Lo que no se sabe es si fue o no acompañada por Sundance. Hay muchos rumores y versiones que involucran a los dos bandidos en robos en Chile y Argentina, pero la historia recién sale de las penumbras hacia 1908, cuando Butch y Sundance trabajaban para empresas mineras en los Andes centrales bolivianos.
Allí los bandoleros habrían dado su último golpe: el asalto a una remesa de una mina. Huyeron hacia el norte, pero el 6 de Noviembre de 1908, al parecer, fueron alcanzados y acribillados por el Ejército Boliviano en el pueblo de San Vicente.
En el Simposio llevado a cabo en Trevelín en 1999 acerca de la vida de los forajidos en la Patagonia, el historiador argentino Marcelo Gavirati y los investigadores norteamericanos Anne Meadows y Daniel Buck coincidieron en esta hipótesis del final de los bandoleros ya que no hay registros de correspondencia después de aquel 6 de noviembre de 1908, como sí se tiene constancia de cartas recibidas de parte de ellos en fechas anteriores.
Más allá de las pruebas a las que lleguen los investigadores, Butch Cassidy y Sundance Kid siempre serán en estas tierras leyendas del western patagónico.