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Historia de la Patagonia

La fiebre del oro en la Patagonia – Parte II

Continuamos aquí la historia que comenzamos a contarle en nuestro artículo anterior. Julio Popper, el intrépido rumano, se instala en Tierra del Fuego y funda El Páramo, un establecimiento dedicado a la extracción de oro. Pero no sólo se ocupará de eso. Este personaje que camina todo el tiempo en el borde del mito, inventará y patentará maquinarias, acuñará moneda y hasta tendrá su propio «ejército» para defenderse de los saqueadores.

Se observa al Ingeniero rumano Julio POPPER, durante su exploración a laRecordemos que a fines de 1887, Julio Popper se dirigía de regreso a Tierra del Fuego con los papeles que lo habilitaban para explotar los yacimientos de arenas auríferas que pudiera encontrar (ver primera parte de esta nota). En esa época, una de las preocupaciones del gobierno era lograr el establecimiento de poblaciones en esta alejada región del país. Muy poco tiempo antes se había firmado el Tratado de Límites con Chile y la «fiebre del oro», que se había desatado con los primeros descubrimientos, no hacía más que crear dificultades adicionales. Las «playas con arenas de oro» se encontraban justamente en el lado opuesto de la Isla, separadas de Ushuaia por montañas y en una zona de muy difícil control.

Popper era ante todo un explorador. Le gustaba recorrer lugares inhóspitos, bautizando a su paso lo que iba descubriendo, sintiendo ese vértigo de los pioneros. Pero él quería algo más y el descubrimiento de las ricas arenas en las playas de la zona norte de la Bahía de San Sebastián le brindó la oportunidad que estaba buscando: ser un pionero en obtener oro mediante un emprendimiento minero productivo.

Se instaló en medio de un paisaje desolado, barrido por los vientos al que le puso como nombre «El Páramo». Nombre deprimente para todos menos para él que lo consideraba un desafío. Se dirigió primero a Punta Arenas para reclutar personal. No le prestaron demasiada atención. Ya había pasado el furor de los primeros descubrimientos de oro en el Cabo Vírgenes y nadie creía que pudiera hacerse fortuna con esa actividad. Pero cuando el oro extraído por Popper comenzó a circular en la pequeña población del Estrecho de Magallanes, los interesados surgieron rápidamente. Y no todos tenían buenas intenciones.

Cuenta uno de los hombres de Popper que un día al amanecer vieron a lo lejos unos toldos con bastante gente. Eran marineros desertados, presidiarios evadidos, gente de todas las razas que venían de Punta Arenas «para ver».

Esto provocó el inicio de una serie de incidentes cada vez más fuertes. En uno de ellos Popper se vengó muy duramente de unos saqueadores que habían aprovechado uno de sus viajes a Buenos Aires para arrebatarle 24 kilos de oro. El rumano los persiguió, los alcanzó, los sorprendió y «logró restablecer el orden interior del establecimiento», según su propio relato. Al parecer, llegó incluso hasta ponerlos en prisión, cuando en realidad no tenía la autoridad necesaria para hacerlo, y los devolvió a Punta Arenas bastante maltrechos (la mayoría de los usurpadores eran chilenos). Esto provocó la queja formal del gobierno chileno. Valga este episodio como una muestra de la personalidad de Popper: él era el que mandaba en sus territorios, él imponía los reglamentos y las leyes y era dueño de castigar a los que las violaran.

La respuesta no se hizo esperar. Sus enemigos no eran pocos: los buscadores de oro chilenos, que veían en él a un competidor, el gobernador de Tierra del Fuego, que sentía debilitada su autoridad en toda una porción de territorio donde reinaba Popper, los delegados del gobierno chileno en Punta Arenas que llegaron incluso a firmar un petitorio en contra de «el vándalo de la barbarie moderna». Los enfrentamientos que siguieron terminaron con la reducción a cenizas de casi todos los establecimientos de Popper.

El fin de la empresa

La Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sud sucumbió. En 1889 se disolvió con pérdida total de su capital y sin beneficio alguno para sus socios. En La Prensa del 13 de diciembre de 1889 se lee «El descubrimiento de yacimientos de oro dio origen a la formación de varias empresas para su explotación, siendo la más importante la que dirige el ingeniero Sr. Julio Popper. Los trabajos del Sr. Popper han sido interrumpidos por incursiones de bandas de aventureros reclutados en Punta Arenas para destruir los yacimientos plantados».

Curiosamente, y como una muestra más de que Popper no se rendía tan fácilmente, ese mismo año registró en la oficina de Patentes de Invención un aparato que llamaba «Cosechadora de Oro», para la extracción del metal contenido en las arenas auríferas. Había cinco de esas máquinas instaladas en El Páramo. Hoy se puede ver todavía esta cosechadora en el Museo del Fin del Mundo, en Ushuaia, donde se conservan además otros objetos relacionados con la vida y la empresa de Popper en El Páramo.

La acuñación de moneda

Otra de las «rarezas» de nuestro personaje, y una de las actividades que lo han hecho más famoso, es la acuñación de moneda.

Sí, en El Páramo, como si fuera otro país, se acuñó moneda de oro puro, en cinco emisiones diferentes. Evidentemente esto no tenía en la época la misma trascendencia que hoy en día, en que no sólo parece una actividad insólita sino casi subversiva.

Según algunos especialistas no se sabe si pueden ser consideradas monedas o medallas, pero poco importa esta distinción técnica, porque lo que es seguro es que corrían como dinero en las tierras de El Páramo y en toda Tierra del Fuego. La cantidad acuñada (se utilizaron 15.000 gramos de oro) no permite pensar que fueran usadas simplemente como souvenir.

Las monedas eran de cinco y un gramo de oro puro. La de cinco gramos tenía en el anverso dos estrellas de cinco picos y en el medio la leyenda «Tierra del Fuego», la fecha «1889» y el nombre «Popper». En el reverso se leía «Lavaderos de Oro del Sud» y en el centro «5 gramos». El canto era acanalado. La de un gramo decía «El Páramo». Estas dos fueron acuñadas en las tierras de Popper. Según dicen Popper adaptó e improvisó maquinarias, labró a punzones, y así con una voluntad de hierro, acuñó las primeras monedas con el oro puro de los confines del mundo.

Al igual que sus máquinas, también las monedas pueden verse en el Museo de Ushuaia.

La pregunta que nos queda es por qué Popper hizo esto. Él habló de la falta de comunicaciones regulares entre Tierra del Fuego y la Capital de la República, lo que hacía imposible conseguir dinero y también de los inconvenientes que traía el manejo de polvo y pepitas de oro en las transacciones. Seguramente estas razones eran reales. Pero ¿no fue éste un gusto más que se dio Popper? Fue un descubridor, bautizó con nombres que perduran ríos y montañas de Tierra del Fuego, fue un pionero, fundó un establecimiento, estableció él mismo sus propias reglas y tenía casi un ejército para hacerlas cumplir y además, tuvo su propia moneda, con su nombre y sello.

En definitiva, llevó a cabo su sueño en uno de los confines más desconocidos del planeta, muy lejos de su Rumania natal…

Investigación y Textos: Marita Alasio – Alejandra Torrealba

(Foto gentileza del Museo del Fin del Mundo – Archivo Temático)