La respiración de la gente se contuvo por un segundo que pareció durar siglos, las pupilas se convirtieron en soles de invierno y se liberó, luego, el aire junto con la sonoridad tácita de unos cuantos estremecimientos.
Aquel tren acababa de surcar la pared y avanzaba a toda velocidad hacia el público. Cuando el espasmo de dolor parecía ser inmediato, el tren no se detuvo pero tampoco avanzó. Permaneció allí, pegado a la pared e invulnerable al viento.
Ajena totalmente al realismo mágico, la precedente bien podría haber sido la confesión de uno de aquellos primeros argentinos que no salieron corriendo despavoridos ante la proyección de Llegada de un tren a la estación de la Ciotat (L’ arrivée d’un train à La Ciotat) de los hermanos Lumière aquel 18 de julio de 1896 en el Teatro Odeón de Corrientes y Esmeralda.
Así fueron los primeros pasos del cine en Argentina: avasalladores. Con esa misma fuerza el séptimo arte logró llegar hasta los rincones más inescrutables del país y asentarse a lo largo y ancho del territorio, allí donde los rayos del sol se escapan a través de la quebrada de Humahuaca y donde mueren en el frío glacial del fin del mundo.
Erotizado por la geografía heterogénea y de ensueño de la Patagonia, el cine pintó sus cuadros con sus colores y decoró sus tomas con sus paisajes. Cualquier tipo de relato puede utilizar el suelo sureño como decorado, desde una balada esperanzadora como Historias mínimas hasta una tragedia como La Patagonia rebelde.
Se supone que las primeras imágenes con movimiento de la zona son las del itálico Alberto Agostini. El sacerdote, llegado a principios del siglo XX a Tierra del Fuego, maravillado con el canto de sirena de estas costas no supo contenerse como Odiseo y cayó rendido a los pies de la belleza del paisaje. Y parte de esa rendición son estos primeros registros cinematográficos que obtuvo de la región.
Unos cuantos años después la ficción histórica pululó en la zona. Una de las obras más memorables fue la ya nombrada La Patagonia rebelde de Héctor Olivera. El film recrea la matanza de los obreros huelguistas por parte las tropas de Varela en la década del 20. Como por contagio, la película misma fue envuelta en una gran polémica, censuras y persecuciones.
Un lugar en el mundo
Si hablamos de Carlos Sorín es imposible no hablar de la Patagonia. La mayor parte de su filmografía fue realizada en estas tierras. En una entrevista de la revista iberoamericana de cine El ojo que piensa Sorín explica porque encontró su lugar en el mundo: “Mi atracción por la Patagonia viene por varios lugares. Me gustan los desiertos, los paisajes despojados; primero fue el servicio militar que lo hice en la Patagonia y viví un año allá, que me marcó bastante. Después ocurre que soy muy afecto a toda la literatura de viajes y a los grandes naturalistas del siglo XIX. En un mundo tan conocido como el de hoy, la Patagonia guarda algo de misterio, algo como del fin del mundo que me atrae profundamente. Y después es que me gusta mucho viajar, manejar solo, manejo a veces sin saber exactamente la ruta que voy a tomar y la Patagonia es un sitio ideal para eso, nunca sabes donde vas a pasar la noche”.
La película del Rey, el primer trabajo del director, versa sobre un cineasta embarcado en la grabación de un film sobre la vida de Oreille Antoine de Tourens, un monarca francés que se instalo en la Patagonia y pretendió fundar un reino allí.
La segunda, no tan aclamada como la primera, fue Eterna sonrisa de New Jersey. Cuenta la cruzada de un odontólogo estadounidense enviado a la Patagonia en una campaña de higiene dental.
Unos cuantos años después, en el 2002, Sorín vuelve al ruedo con Historias mínimas. Santa Cruz como escenario de la película permite una narración en la cual el fuerte contraste entre la inmensidad del entorno y la pequeñez del ser humano emerge incuestionable. El cielo y el camino hacia el horizonte se hacen infinitos y el caminante, o el automóvil, se pierden, se transforman en un punto minúsculo del paisaje.
En el 2004 las cámaras vuelven al sur. Esta vez tomarán las imágenes de El perro, que continúa las formas de su predecesora: personajes simples interpretados por no-actores y las emociones de los mismos extrapoladas al paisaje. Esas carreteras insondables que completan la esperanza en los ojos del protagonista, Juan Villegas.
Otro cineasta atraído por la región es el alemán Werner Herzog. En 1991 filmó en Santa Cruz Schrei aus Stein (Grito de piedra), que relata la competencia de dos escaladores en el Cerro Torre.
Marcos Bechis en Alambrado y Fernando Ezequiel “Pino” Solanas en El viaje también son atraídos por el sur, en estos casos particularmente por Ushuaia, como contexto de sus historias.
El paisaje austral conquistó también en los últimos años a realizadores como Sandra Gugliotta, Pablo Cesar y Pablo Trapero. Gugliotta estableció gran parte de la historia que nos cuenta en Las vidas posibles en el Parque Nacional Los Glaciares. La sinopsis de la película dice que “el clima frío y el desolado desierto de la Patagonia son un marco perfecto para esta historia que se desliza en un territorio de ambigüedades”.
En Hunabkú, el film de Pablo César, el glaciar mismo se vuelve un elemento de la trama. El personaje principal, un niño de 13 años llamado Lucas, recorre maravillado la majestuosidad del glaciar con la extraña sensación de que en él podrá encontrar las respuestas a los enigmas que lo agobian. Es así que muchas de las escenas son iluminadas por la nívea eternidad del glaciar.
Nacido y criado hace foco en lo que muchos de los recién llegados a la Patagonia relatan sobre el porqué de su arribo: escaparse. ¿De que? En el caso de Santiago, el protagonista del largometraje, de la locura. Santiago intenta hallar el frió helado del olvido para poder sobrevivir a la tragedia que desgarró a su familia.
Imágenes de la Patagonia
La proliferación de cámaras, luces y actores- de la cual sólo se mencionan unos pocos ejemplos- es acompañada por el surgimiento de numerosos festivales de cine.
Imágenes de la Patagonia estrenará su octava edición a mediados de abril del 2009 y la Asociación de Realizadores Audiovisuales de Neuquen (ARAN) promete que será un “gran festival de cine y una fiesta de la cultura”. El festival es de carácter competitivo y pueden participar en él realizadores de todo el país.
Realizadores Independientes de la Patagonia (RIPa) organiza desde el 2002 el ciclo Patagonia audiovisual, una muestra de cortometrajes en la cual no hay premios como objetivo sino simplemente difusión y encuentro.
Las proyecciones de Patagonia audiovisual se llevan a cabo simultáneamente en distintas ciudades como Villa La Angostura (Neuquén), Las Grutas, Viedma y Bariloche (Río Negro), Esquel, Trelew, Puerto Pirámides, Comodoro Rivadavia y Rada Tilly (Chubut), Río Gallegos y Caleta Olivia (Santa Cruz), Ushuaia (Tierra del Fuego) y Punta Arenas y Puerto Natales (Chile).
Ushuaia parece ser la principal elegida como sede de certámenes audiovisuales. A sus ya tradicionales festivales de música, arte y gastronomía se le sumó en el 2008 el Primer Festival Internacional de Cine del Fin del Mundo. Además, se llevan a cabo en la ciudad ciclos nacionales como el Festival de Cine Argentino del fin del mundo, que ya lleva su cuarta edición, y Terrorífica VI, el sexto número de la muestra de cine fantástico, bizarro y de terror.