Los sueños de unir el territorio blanco con el continente por vía aérea se concretaron el 29 de octubre de 1969 con la fundación de la base Marambio. La misión llevada a cabo por la patrulla Soberanía es recordada como un hito de la historia pionera argentina.
Mucho tiempo después de la expedición con el buque Antarctic comandada por el Dr. Otto Nordenskjold en 1902 -y que contaba entre sus tripulantes con el alférez argentino José Sobral-, la bandera argentina cantó una vez más presente en el continente antártico.
Presencia que se remonta a 1904 con la fundación de la Base Orcadas en las islas del mismo nombre. El capitán escocés William Bruce, al mando del Scotia, había llegado por primera vez a esas islas en 1902, para explorar científicamente el casquete polar. En la Isla Laurie, que forma parte de las Orcadas, la dotación de hombres levantó Omond House, una casa-observatorio donde debieron hibernar a la espera de mejores condiciones climáticas para volver a Sudamérica. A fines de 1903, cuando el deshielo lo permitió, el Scotia zarpó rumbo a Buenos Aires. Bruce ofreció al gobierno argentino vender Omond House a cambio de una suma de dinero. Las negociaciones prosperaron, de manera que a principios del 1904, el Scotia retornó a la Isla Laurie llevando a bordo a la delegación argentina que se haría cargo de manera permanente del establecimiento.
El Vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio había sobrevolado desde 1951 el sector antártico argentino para estudiar posibles superficies aptas para aterrizajes. Sus contribuciones fueron notables, pero desgraciadamente encontró la muerte en 1956 a causa de un accidente aéreo. En honor a él, la isla hasta entonces llamada Seymour fue rebautizada con su nombre.
El rumbo ya estaba marcado, “la conquista del desierto blanco” ya no era una quimera imaginada por eternos soñadores. La Fuerza Aérea Argentina estaba profundamente interesada en instalar una base aérea para establecer una comunicación rápida y directa con la Antártida. Las navegaciones, en cambio, duran muchas horas, no alcanzan a atender emergencias y además su realización está supeditada a condiciones meteorológicas favorables.
En 1969, un puñado de hombres liderados por el Vicecomodoro Mario Luis Olezza llegó a la meseta elegida para la construcción de una pista de aterrizaje, a 200 metros sobre el nivel del mar, en la actual isla Vicecomodoro Marambio. La misión de la patrulla Soberanía requirió esfuerzos estoicos, ya que debieron enfrentar vientos fuertes y temperaturas heladas, viviendo en carpas y trabajando simplemente con picos y palas. La superficie elegida estaba compuesta por rocas y barro congelado. Se preservaba de la acumulación de nieve y hielo debido a que la zona era continuamente barrida por tenaces vientos. La tarea de la dotación consistía en retirar las piedras grandes y alisar el suelo del corredor de 900 metros que iba a convertirse en la primera pista de aterrizaje del continente antártico.
Finalmente, pese a la inclemencia del clima, las obras concluyeron y el 29 de octubre de ese año un avión que llevaba a bordo entre sus tripulantes al Ministro de Defensa y al Jefe de Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas aterrizó en la pista con las ruedas. Era el primer avión que aterrizaba en continente antártico sin el sistema de esquíes. Apenas dos meses antes el hombre había puesto pie por primera vez en la Luna, cuando aún ni se habían conquistado territorios de la Tierra como la Antártida.
Se estableció formalmente el 29 de octubre como el día de la fundación de la Base Marambio, que consagró la epopeya de los hombres de la patrulla Soberanía. La fecha es conmemorada en todos los niveles y modalidades de la Enseñanza Oficial y Privada.
La Base Marambio es señalada como “la puerta de entrada” al “sexto continente”. Hoy en día recibe cerca de 100 vuelos intercontinentales cada año, permitiendo el abastecimiento de los distintos asentamientos antárticos, apoyo a la actividad científica, operaciones de rescate y traslado de personal. Cuenta con alojamientos para las dotaciones, talleres de mantenimiento, una usina, una planta de tratamiento de residuos cloacales, un centro meteorológico, un museo y un hangar para aeronaves. En invierno la base alberga en promedio a 55 personas, mientras que en verano el número asciende a 150 aproximadamente.
Para el establecimiento en la Antártida no fue necesario que un General Roca limpiase a comunidades originarias enteras. Ni odiosos maniqueísmos entre civilización y barbarie. Esta vez la negación de culturas ajenas no estaba en los planes de los exploradores en principio porque no había cultura que destruir o asimilar. Las condiciones extremadamente rigurosas del clima impedían el arraigo del hombre, pero los deseos de superación y las necesidades de la ciencia pudieron más en la historia. Y de esos hombres y de esos sueños nació la Base Marambio.